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‘Estanislao’, un nuevo monstruo en el cine mexicano

‘Estanislao’, un nuevo monstruo en el cine mexicano

Estanislao

Alejandro Guzmán juega su ficha en FICUNAM con su segundo largometraje, Estanislao. Filmada en blanco y negro, la película apuesta por géneros como el drama y el terror.

Mateo ha vuelto al lugar de donde salió, derrotado y acabado se refugia con lo que resta de su familia en la fábrica de telas que en el pasado fue su hogar y que 15 años después vuelve a recibirlo con los mismos miedos y odios que le generaban quienes le vieron crecer, sensaciones que se apoderan de él nada más cruzar la entrada.

Tras su debut como realizador en Distancias cortas (2018), Alejandro Guzmán Alvarez está de vuelta en la edición 11 del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM) con Estanislao (2020), otra historia que requiere de pocos actores, situados en lugares con poca vida y cercanos a la ruina, como la realidad del protagonista: con relaciones rotas, cuentas pendientes y abrumado por el terror de lo que ocurre cada noche en el edificio al que ha vuelto.

Mateo (Raúl Briones) es un sujeto que ha perdido todo, y su todo se reduce al matrimonio y empleo. Los primeros trazos de la película indican que vuelve de San Luis Potosí a Ciudad de México, simplemente porque quiere ver los restos de su madre, quien ha fallecido recientemente, pero su plan es otro. Reservando toda información de su pasado fuera de la casa de sus padres, a este contador sólo le da la bienvenida el fracaso y su vida se va rompiendo cada vez más con cada situación adversa que se va presentando.

Sin muchos detalles, el andar del protagonista va descubriendo el par de historias que cuenta el filme, ambas personales; en una su situación actual, en la otra los pendientes de un pasado familiar que lo perturban y que son sus propios monstruos.

Filmada en blanco y negro, Estanislao es el nuevo registro de las cintas de monstruos del cine mexicano. Si bien, esta criatura no es una creación científica, una presencia infernal o un ser de otra galaxia, el rastro fantástico que deja este personaje marginal es la sensibilidad que posee y que es rasgo de algunos seres de esas dimensiones. Finalmente sólo padece el rechazo de Mateo, pero es alguien que vaga por las noches con un costal lleno de objetos en la espalda, entre ellos los restos de su madre.

Estanislao (Fernando Bonilla) no figura realmente como protagonista de la película, Mateo, su hermano, es quien debe lidiar con el papel principal; sin embargo, esta ave humana es el personaje que mantiene el misterio y el interés con sus contadas apariciones, fugaces al principio y con momentos significativos al avanzar la historia. La ambigüedad de este ser deja el camino libre a la interpretación del espectador sobre el origen de quién está realmente bajo esa presencia enorme vestida de pedazos de telas y con cabeza de ave.

En cuanto más avanza la trama, el personaje del monstruo se va volviendo más complejo; sin embargo, el de Orlando (José Concepción Macías), el padre de Mateo y Estanislao, se configura como un asiduo de las botellas de alcohol, protector de gallinas y es quien se ha quedado al cuidado de ese ser extraño que por alguna razón está dentro de una especie de traje o piel de ave pero no actúa como tal.

La película, con guion de Itzel Lara, quien también escribió Distancias cortas, es una mezcla de drama y terror, pero no con lo común de los géneros, explora otras posibilidades y el resultado es eficaz.

Este material merecía pantallas grandes para su proyección pero su momento es el de convivir con una pandemia. Estanislao comienza su andar y hay que ir a su encuentro.

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