Crónicas

Breves reseñas sobre la banda más significativa de todos los tiempos (Memorias de un fanático para fanáticos) 8/8

Breves reseñas sobre la banda más significativa  de todos los tiempos (Memorias de un fanático para fanáticos) 8/8

Fotos: José Pacheco S.

El cumpleaños 60 de Patti Hansen, México 2016

Por José Pacheco S.

Por azares del destino conocí a una pareja con quienes hice amistad y me invitaron a la reunión privada por motivo del cumpleaños de Patti Hansen, esposa de Keith Richards. El lugar sería el bar del Hotel Four Seassons de Reforma, donde estaban hospedados los Stones junto a familiares, amigos y su staff personal.

Desde la tarde del 16 de marzo aguardaba en el jardín de dicho hotel. A unos cuantos metros del bar había visto llegar a Jagger desde el sótano del hotel con su guardaespaldas y saludar a todos sus hijos, que se encontraban relajados a escasos cinco metros de mi mesa y los cuales hablaban tonterías. Bernard Fowler se animaba a comer un pan de esos que venden a un costado de la puerta principal al jardín.

No muy lejos de la zona de elevadores veía salir a Charlie Watts con su esposa y manager, a Tim Ries y a Karl Denson dirigiéndose hacia el sótano donde ya los esperaba una camioneta tipo Van, el último cargando un estuche donde celosamente llevaba su saxofón King Super 20, quien con sólo verlo transmitía esa antipatía de estrella del rock sin serlo.

Al presenciar esto creí que la reunión no se llevaría a cabo, pero al ver a Fowler apurándose a terminar su pan le preguntaba si no asistirían a la reunión con Patti, él me enteraría que tenían que irse a su cita en el Club Piso 51 de la Torre Mayor, donde el Stones Project de Tim compartiría un concierto sorpresa con jazzistas mexicanos.

“No muchos tuvieron idea de este recital ya que el acceso era por invitación y al parecer sólo fue dirigida a los amigos y familiares de los jazzistas Luri Molina y Gustavo Nandayapa, pocos fueron los afortunados en degustar los beats y clases de jazz de Charlie Watts”

Días antes se rumoraba que los Stones harían un show privado pero nadie se imaginaría que sería un evento de los músicos que los acompañan en sus giras con Charlie en la batería. No muchos tuvieron idea de este recital ya que el acceso era por invitación y al parecer sólo fue dirigida a los amigos y familiares de los jazzistas Luri Molina y Gustavo Nandayapa, pocos fueron los afortunados en degustar los beats y clases de jazz de Charlie Watts.

Estaba a punto de salir y cruzar la calle hacia la torre mayor, con suerte podría estar en ese concierto pero resultaba obvio que habría gente queriendo entrar y todo se podría echar a perder, como fuese, ya estaba adentro y no sentía que fuera buena idea en aventurarme a salir y que en su caso al regresar me impidieran el acceso.

Mi cita era con Norma Gerawan y su esposo, que venía como invitado de los Stones, el lugar era el bar lounge del hotel. Iniciaba mi noche con una cerveza hasta que de pronto a una mesa tenía a Jane Rose, manager de Keith, Patti Hansen, Alexandra y Theodora Richards. Empezaba a caer la madrugada y la fiesta iniciaba, la bella Patti no dejaba de sonreír y sus hijas de vez en cuando revisaban el lugar, sus miradas me incomodaban y con cierto disimulo fingía indiferencia, ya que aunque era un invitado de otros invitados quizás se cuestionaban mi presencia y no quería estropear el momento.

En el lugar sonaba una banda cuya cantante amenizaba con suaves covers a los invitados, complacía a la festejada con canciones que le gustaban, finas bebidas y snacks empezaban a figurar por el lugar. El primero en llegar fue Ronnie, quien era resguardado con gran recelo por el guardaespaldas hasta la entrada del salón en que nos encontrábamos.  Con un pantalón de pijama, tenis y una camisa de franela parecía que sólo deseaba dormir, pero el compromiso se atiende acorde a las horas de los anfitriones, así que a saludar a todos y recibir halagos de la noche anterior, algo que seguramente les resulta aburrido y tedioso.

“Las felicitaciones a la chica de Keith y la simpleza de sus hijas que reían como las chicas snobs de ahora, sólo que estas con refinada elegancia y el ego de ser hijas del Rock en persona”

Todos ahí se conocían, bebidas y snacks de lujo, las felicitaciones a la chica de Keith y la simpleza de sus hijas que reían como las chicas snobs de ahora, sólo que estas con refinada elegancia y el ego de ser hijas del Rock en persona, totalmente diferentes a la sencillez de los hijos de Jagger (excepto del engreído Lucas, el hijo de la brasileña); al pasar, las hijas de Jagger se tomaban la molestia de saludar a los ya presentes, incluso sin esperarlo me saludaban de beso, dignándose a un diálogo corto, la misma Georgia días después me reconocería en Cuba, mientras tanto ni Mick ni Charlie aparecerían.

El lugar y el momento eran tan íntimos que ningún invitado usaba sus teléfonos celulares para tomar fotos, era un lugar lleno de mucha confianza entre los amigos y familiares de los músicos, así que no podía estropear mi estancia, la invitación hecha y la armonía de la fiesta con simplezas.

Como a las tres de la madrugada se abrió la puerta de vidrio y escuché un grito con tono de asombro, el nombre de Keith por parte de la bella y sencilla Patti, ahí a un metro llegaba Richards, nunca había visto sus manos ya tan deformadas.

El ambiente nada tenía que ver con aquellas fiestas salvajes y desquiciantes que fueron descritas alguna vez por Robert Greene, aquellas noches donde sobraban voluptuosas mujeres, cocaína, ácido, alcohol, sexo y excesos, tampoco ese glamour pendenciero y euforia electrizante.

“Ahí estaba el Rock en persona pero como otro humano cualquiera, en nada se parecía al Keith con ojos delineados y de exuberantes ropas y adornos que sirven en su facha de estrella del rock, simplemente era un viejo que lucía sus manos avejentadas, venosas y torcidas”

Aquí desde la luz todo era atenuado y hasta tranquilo. Ronnie alargando un vaso de limonada con agua mineral, señoras sentadas que podían ser mi madre hablando de dónde habían estado ese día y lo que habían visitado en México, otros de su ida a Tepoztlán acompañando a Jagger, y unos más de los estragos que la contaminación les había causado.

Ropas sencillas pero de fina elegancia, excepto Keith que sin ningún preámbulo y con desdén lucía su pijama y una playera que bien podría parecer un trapo para sacudir muebles, notaba en su cara el hartazgo pero la delicadeza de felicitar a su esposa, la cual estando aún sentada no dejaba de verlo con esa mirada y sonrisa de quien ve a alguien  a quien no deja de admirar, podías percatarte que esa era la fórmula para mantenerlo por más de treinta años a su lado.

Ahí estaba Keith con cierta fragilidad que nada tiene que ver con sus actuaciones, ahí estaba el Rock en persona pero como otro humano cualquiera, en nada se parecía al Keith con ojos delineados y de exuberantes ropas y adornos que sirven en su facha de estrella del rock, simplemente era un viejo que lucía sus manos avejentadas, venosas y torcidas.

Saludaba a todos sin dirigirse a estrechar manos ni entablar diálogos estériles, “buenos días (risas) gracias a todos por venir” viendo a todos y a nadie, quizás mas a sus hijas, todos éramos sólo un simple entorno indistinto, sin ánimos de socializar cuan viejo aburrido y harto del fastidio de vivir lo mil veces vivido, qué importaba saludar y fingir sonrisas.

Ese era el Keith Richards que quería conocer, el viejo que no quería dar autógrafos, el que sólo quería felicitar y tomar algo con su esposa e hijas, aquel que con cierta peculiaridad no daba la mano y sólo se esforzaba por medio alzarla de vez en vez para decir adiós a otros de sus contemporáneos que por la hora decidían ya irse, el que bajo la fama prefiere estar escondido en el cuarto de su hotel viviendo la quietud de la noche, sin tener que soportar las gracias mercedes y las pleitesías de los todos y de los nadie.

Fue hasta este momento que pude apreciar al humano y no al artista, el cómo podría disimular ante las cámaras, medio disfrutar una reunión hacia alguien que nunca perdió la sonrisa y la mirada. Aquel gran amigo sonreía y me decía que no pidiera más de donde estaba, la suerte me había brindado un momento inigualable, nunca más se repetiría.

Aún pese a la cercanía y el entorno ¿quién no sentiría esa inquietud de tener plasmada su imagen en una foto a lado de los Stones? En ese momento resultaba complicado una imagen con dos de ellos ya que la página de subastas Ifonly.com había lanzado en las redes sociales una promoción que consistía en una absurda subasta para conocer a la banda.

Era un paquete que incluía un meet and greet para conocer en persona a los Stones en el pre show de su primer y segundo concierto, un paquete VIP Premium, en el que por la ridícula suma de casi quinientos mil pesos, misma que en teoría seria donada a una ONG, el ganador de la subasta y donador recibiría a cambio un par de boletos platino en las dos primeras filas, sticker VIP para estancia en una carpa que serviría como salón lounge y que estaba en un costado del escenario, donde servían vino tinto, hamburguesas, cervezas, snacks y una foto con los Stones en el interior del entonces nuevo edificio del Foro Sol que hasta ahora sirve como backstage, camerinos y para albergar a los músicos, amigos y familiares durante, antes y después de los shows, foto que sería tomada por Jane Rose quien la enviaría al correo electrónico de quien fuera el ganador y donador.

Así que no podía existir foto con algún Stone antes de dicha subasta-donación ya que se podría entorpecer la promoción de Ifonly.com. Las subastas abrían a partir de los casi cien mil pesos, tuve el morbo de revisarlas y un día antes del evento oscilaba arriba de los cuatrocientos mil. A la fecha tengo la curiosidad por saber quiénes habrían pagado esas cantidades. Las fotos de los ganadores de las subastas con los Stones nunca las vi, de tal forma que la instrucción que me fue explicada debía tenerla muy en cuenta.

El enlace para cualquier acercamiento requiere siempre de autorización directa de Jane Rose. Ya en otras ocasiones me había tocado ver cómo el mismísimo Keith despreciaba el acercamiento de los fans de a pie, quienes habían pasado esa línea entre lo público y lo privado, sobre todo unos argentinos a quienes desafortunadamente, pese al cariño y admiración que le rinden, con total desdén y arrogancia los había rechazado con mirada de desprecio, y a todo aquel que se acercaba sin mediar a través de Jane Rose o simplemente sin conocer los dejaba con la mano estirada cual si se trataran de viles apestados.  Mi decepción al ver ese trato años atrás me había generado desde antes un antónimo de emoción, quizás en ese momento deseaba volver a ver la sencillez de Jagger y Watts.

Ya la madrugada hacía estragos y Norma se despedía para irse a su habitación quedándose conmigo su esposo un rato más. Llegó un momento en que Keith y Patti salieron a un área privada dentro del jardín en cuyo centro había una fogata artificial, así, entre risas, alcohol y cansancio transcurrieron unos minutos más.

El amigo que me había invitado decidía retirarse y alcanzar a su esposa, para mi era momento de salir al baño que se encuentra a un costado del bar sobre el mismo pasillo, al ir caminando pasaríamos por la entrada de la zona privada donde se encontraban Richards y Hansen.

El guardaespaldas más antipático, mal encarado y engreído era saludado por mi amigo, entendí que su postura no era para más, tuve el morbo de preguntarle si ya estaba cansado o simplemente le disgustaba el lugar o el país, al que con una mueca mas armoniosa me reviró que “nunca se sabe de dónde puede salir un argentino desenfrenado queriendo abrazarlo, cantando o diciendo las mismas tonterías que escuchan desde hace 50 años”.

Mientras esto sucedía y decían que se verían hasta Cuba, se acercaba Keith quien tomaba a Patti por sus hombros y ella por la cintura, en su mano cargaba una pequeña cajita de regalo, sin perder la alegría de sus ojos y la sonrisa.

“Acto seguido me invitaba a tomar su mano y sin más me preguntó que si me había gustado el show y la fiesta.  Sabia que era sólo un niño queriendo acercarme”

El viejo Keith ahora saludaba a mi amigo y sonreían diciendo que ya era tarde y no tardaba en amanecer, acto seguido me invitaba a tomar su mano y sin más me preguntó que si me había gustado el show y la fiesta.  Sabía que era sólo un niño queriendo acercarme, mi amigo ríe y yo sólo exclamo que por supuesto, le doy mi mano a Patti y mi humilde felicitación con las gracias por haberme permitido estar ahí, que pese a que no había cosa alguna que pudiera sorprenderles deseaba que tuvieran mucha salud y suerte para que no hubiese complicación alguna en Cuba, gesto que agradeció Richards.

Era ese momento en que no necesitaba que me firmara una servilleta ni estropear el momento como un fan o groupie cualquiera pidiéndoles posaran su imagen para subirla al hoyo del instagram, sólo disfrutaba viendo sus ojos y el momento que, por cortesía a mi amigo, me brindaba. Así que obviamente no podía estropear el momento con nimiedades, Keith odia los celulares y la simpleza ridícula de las redes sociales.

-¿En estos momentos de su vida hubo algo que hiciera falta?  -Siempre falta algo, seriedad.

Ambos ríen, caray, no pude preguntar o decir algo mejor. “Nos vemos mañana, es hora de irnos” dice mi amigo, la despedida de siempre con la esperanza incierta en cruzarme en su vida o la triste certeza de que sería la última vez que lo tuviera enfrente. Las gracias al guardaespaldas quien con un guiño y cerrándome un ojo me dio a entender que todo estaba bien. Así olvidé mis ganas de ir al baño, despidiéndome de mi amigo en los elevadores y salir hacia mi vehículo con el frío del sereno en plena madrugada.

Esa noche durante el concierto Keith felicitó a Patti antes de tocar ‘Happy’, a quien en español le dedicó un feliz cumpleaños, y como dato curioso erró en varias ocasiones el intro de su canción, siendo ese concierto quizás el último que darían en México.

Por siempre los Stones… la mejor y más grande banda de rock de todos los tiempos… ¡A su salud, queridos vihuelas! PÍNTALODENEGRO

Este texto pertenece al primer número de Píntalo de Negro, Stoned, publicado en octubre de 2019.

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